jueves, 16 de octubre de 2008

Death Race. La Carrera de la Muerte. Remake de otros tiempos.




Las diferencias existentes, tanto a nivel argumental como estético, entre Death Race (Paul WS Anderson, 2008) y la original Death Race 2000 (Paul Bartel, 1975) son notables. Obviamente, el hacer un remake de una de las películas más violentas, extrañas y a contracorriente de entre las producidas por el Genio de la Serie B y los bajos presupuestos, Roger Corman, entraña, en los tiempos del conformismo, la correción política y las buenas maneras, un problema difícil de resolver. Así, la Death Race de 2008 ya no es una película en la que los atropellos tengan una importancia relevante, sino sólo la competición pura y dura entre reclusos que disponene de una oportunidad de evadirse de sus condenas participando en carreras de coches armados hasta los dientes, disparándose misiles y ráfagas de metralletas para el disfrute de los millones de espectadores que lñas siguen a través de la red y el engorde económico de la organizadora de la carrera interpretada por Joan Allen. Ya nada queda de la Carrera Transcontinental de la de Corman y Bartel, salvo el nombre del corredor protagonista (Frankenstein, en la original David Carradine, en la nueva Jason Statham) y el hecho de que al público le entusiasma ver coches estrambóticos persiguiéndose a toda velocidad e intentando destruírse unos a otros. He de decir, una vez vistas las dos, que disfruté mucho más con el cartón piedra de la original que con los coches tuneados a medio camino de A Todo Gas y Mad Max de la versión de 2008. La razón es simple: mientras la antigua hacía gala de un desprecio total por la vida humana, los valores americanos y el establishment de la producción cinmematográfica de la década, la nueva es un producto apto para casi todos los públicos, que se desarrolla en una cárcel (por lo que las muertes, para el público estadounidense, al menos, están justificadas) y un escenario único, valiéndose de las armas esgrimidas por los videojuegos en lugar de las puramente cinematográficas. Y ésa es la clave. La Carrera de la Muerte del Año 2000 (1975) generó una serie de fans que la elevaron al nivel de película de culto (sin ser, por otro lado, ninguna joya del cine) hasta el punto de que cuando los videojuegos alcanzaron un primer periodo de madurez resultó inevitable el que apareciera uno que permitiera al jugador emular las andanzas de Carradine y Stallone y llegar mucho más lejos. Me refiero, por supuesto, a esa joya que fue Carmageddon, en la que conducías un coche calcado al de Carradine (pero en rojo sangre) y recibías millones de créditos por hacer los atropellos más espectaculares y múltiples, mientras los demás competidores de la carrera hacían lo propio y te perseguían para destrozar tu coche y sacarte de la carretera, aprovechando, además, que el circuito era completamente abierto y podías tomar la decisión de olvidarte de las vueltas y dedicarte a buscar a las ancianitas más desvalidas, los niños más gordos y las multitudes més apetecibles para luego poder repetir la jugada en su sistema de repeticiones multiángulo, a cámara lenta y todo lo que se te ocurriera. Un festín de la violencia, vamos. Por supuesto, las voces más conservadoras y "bienpensantes" de la época lanzaron gritos e injurias de todo tipo hasta que consiguieron su prohibición en numerosos mercados. Aún así, la saga alcanzó las tres entregas, la úiltima de ellas titulada, sabiamente, Carmageddon TDR 2000 (es decir, The Death Race 2000).
El remake que nos ocupa es el término medio entre la brutalidad barata (que no ingenua) de la película inicial y la estética violenta y alocada del videojuego, pasado por el tamiz de la autocensura americana (mucha sangre=poco dinero) y la multitud de videojuegos sobre carreras y coches armados existentes (curiosamente más en 2D que en las nuevas generaciones). Es decir, se queda a medio camino de todo.
Es muy pronto para decidir si esta película ha sido o no un éxito de taquilla, ya que quedan muchos países en los que ser estrenada, pero por las cifras iniciales (coste 45 millones $, recaudado en USA 36 millones $), se puede hablar de un nuevo éxito relativo de Paul WS Anderson, el, para Álex Faúndez (cuya elocuencia para criticar siempre es bien recibida) "hermano tonto de Michael Bay y hermano listo de Uwe Boll", siempre hace películas de presupuesto controlado, que no hacen grandes recaudaciones pero consiguen cubrir gastos y dar algunos beneficios, ocupando un lugar en la industria actual que bien podría celebrar el productor ejecutivo de ambas cintas, el inimitable Roger Corman.

VALORACIÓN: 2 UNIDADES APROVECHABLES

Lo más aprovechable: Algunas espectaculares secuencias de acción y el comienzo del film compuesto por carteles que hablan de a dónde llegará el mundo en unos años.
Lo menos aprovechado: La violencia del film original, que aquí se queda a medio camino, por no hablar de la potencial del relato original, que se queda a medio camino de lograr ser adaptado a un entorno más realista y actual por su estética de videojuego.
Horrible: Que prácticamente cada vez que aparece la protagonista femenina lo haga a cámara lenta y acompañada por una canción que reza "I`m so sexy" (en fin, está muy buena pero si alguien critica a Ben Stiller por hacer chistes sobre retrasados en Tropic Thunder, alguien debería denunciar a Anderson por sexista. No hace falta recalcarlo, Paul, elegiste bien a la chica para lo que querías).

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